domingo, 10 de febrero de 2008

Pepe Viyuela: “El fracaso no es sinónimo de desgracia, es nuestra condición y debemos aceptarla”

Tú no sabes lo cruel que es cuando te lavas la cara y no saber cuando parar, es una de las frases con las que Pepe Viyuela nos ayuda a soportar mejor el final del fin de semana poniéndose en la piel de Chema, el tendero de la sitcom “Aída”.
Ahora lo podemos ver de nuevo encarnando el papel de Filemón en “Mortadelo y Filemón. Misión: Salvar la Tierra” donde los dos agentes de la TIA, nos recuerdan las trastadas que tanto nos hicieron reír de pequeños y no tan pequeños.
Aficionado al mundo del circo, se considera un “clown” que consigue hacer de sus desgracias un mundo de gracia. Tiene claro que en esta vida, el payaso esta infravalorado, terminando por ser hoy en día un insulto y no ese ser que te arranca una sonrisa desde lo más profundo del corazón.
¿Cómo llega tu afición a Mortadelo y Filemón?
Yo nací en 1963 y ellos llevaban desde 1958 haciendo trastadas, quien me acercó al mundo de Mortadelo y Filemon fueron mis padres, supongo que con la intención de acercarme a la lectura y de proporcionarme momentos de gozo. Al nacer mis hijos, me convertí en un contaminador, tal y como hicieron mis padres.
¿Cómo te sientes al encarnar a un personaje con el que has crecido?
El destino me regalo la posibilidad de encarnar a Filemón, ahí ya ha pasado a formar parte de mi vida, y ya no me lo voy a quitar en la vida. En la primera película, Guillermo Fesser me dijo, vaya putada que te he hecho porque no te lo vas a quitar en la vida. Ahora le doy las gracias a Miguel por contar conmigo en la segunda película
Después del éxito de la primera película. Te vuelves a poner a la piel de Filemon, cambiando de director, de compañero, de productora… ¿Tendremos secuela?
Terminando la primera, me despedí de Filemón, como me despido de los personajes que hago y muchos, la mayor parte de ellos, no los vuelves a hacer en tu vida. Ha surgido una segunda y ahora me vuelvo a despedir de Filemon, sin saber si me volveré a encontrar con él. Es como cuando te despides de los amigos diciéndoles hasta la vista. No eres tan agorero como para decirles a ver si nos volvemos a ver (Risas). Pero con los personajes si se hace más. Cuando uno cuelga un personaje, ya tiene la sensación de que no va a volver a interpretarlo.
Habiendo estudiado filosofía… ¿Cómo llegas al mundo de la interpretación?
Me gustaba. Cuando estudiaba filosofía, también hacía teatro. Estaba en un grupo de teatro de amigos aunque mis primeros pasos en el teatro los di con 14 o 15 años en un grupo de barrio. Me gustaba mucho una chica, a la que también le gustaba el teatro y era una manera de compartir tiempo y aficiones. Primero me enamoré de ella y después ella hizo que me enamorara del teatro. Al terminar la carrera, entré en la escuela de arte dramático de Madrid y ahí ya fue cuando vi claro qué era lo que me gustaba. No tenía claro que me pudiera dedicar a ello profesionalmente, si no que me lo tome como una afición, pero tuve suerte y he podido dedicarme a ello
Te recordamos por el papel de Chema en “Aída” pero pocos se acuerdan de ese papel en el popular concurso “Un, dos, tres” con la frase “¿Y esto qué es?”…
Te remontas al año 88, hace 20 años. Cuando yo empecé a hacer cosas en la televisión. Pocas personas se acuerdan, ya que el gran publico de la televisión aun no había nacido. Desde entonces y hasta ahora hay un largo recorrido.
Y esa afición a escribir…
Todos tenemos muchos rincones, el ser humano no es algo plano. Uno es hermano, padre, hijo, amigo… Y después tiene aficiones. A medida que vas conociendo a una persona vas encontrando ese montón de facetas y de rincones que te lo hacen completo. La gente me conoce por la interpretación pero a parte hay otras cosas en mi vida, una de ellas es la literatura, siempre me ha gustado mucho escribir, formaba parte de mi intimidad y de actividades que yo hacía para mi mismo.
En 2003, publicaste el libro “Bestiario de un circo”
Es un libro de textos cortos donde se hace un retrato de los distintos personajes del circo y es un libro con el que estoy muy contento.
¿Tiene algo que ver publicar un libro sobre el mundo del circo con tu afiliación a la ONG “Payasos sin fronteras”?
Sí, tiene mucho que ver. A mi me gusta el circo, me siento payaso. Todo eso va creando unas sensaciones dentro de ti que un buen día a través de la literatura se plasman. Mi amor por el circo, mi amor por la organización, por viajar a lugares en conflicto y arrancarles una sonrisa a los críos. Todo tiene que ver, en este caso.
Has dicho que te sientes payaso. ¿Cómo consideras que hoy en día la palabra payaso sea considerada un insulto?
Es normal. El payaso es un ser muy generoso, que se entrega y que busca a través de su desgracia provocar fiestas. El payaso es un mago que construye desde el fracaso, una fiesta. En un mundo en el que los triunfadores son todo lo contrario a un payaso, guapos, esbeltos… el payaso es todo lo contrario, un ser estrafalario que suele ser un desastre, que fracasa en todo. Es lógico que en un mundo como este en el que lo que importa sea el triunfo, el payaso esté mal visto. El payaso representa precisamente al marginado y por eso me gusta tanto. Reivindico a través del payaso el derecho a fracasar, el derecho a perder y no por eso ser considerado un ser inferior, quizá todo lo contrario. El ser que fracasa, pero continúa adelante, a mi juicio, merece más respeto y más admiración que el ser que esta montado en el caballo del triunfo y va a todas partes.
Gran parte de la frustración del momento en el que vivimos es debido a eso, queremos ser triunfadores cuando realmente no somos triunfadores. Somos seres terráqueos y terrenales. Estamos sujetos a la tierra y vamos a estar cayendo constantemente. Somos seres nacidos para fracasar. El fracaso no es sinónimo de desgracia, es nuestra condición y debemos aceptarla
¿Cómo tiene la agenda Pepe Viyuela?
Estoy ensayando una obra de teatro en Madrid, que estrenaremos el día 11 de marzo. Y se está gestando otra función que empezaremos a ensayar en junio para estrenarla en el festival de teatro de Mérida.

Texto y Fotos: Eric Romaguera

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